Argumentos a favor de la no relajación
Nunca me había planteado serieamente si la relajación era adecuada para
la oratoria. En principio lo considero relativo, porque lo contrario a
relajación es tensión, y según tenía entendido, ésta en muchos casos
tampoco es deseable. ¿Pero, porqué ha de ser deseable la relajación?
Me ha parecido interesante la parte de Argumentos en contra de la
relajación III, de Carmen Acosta, donde explica que cuanto mayor es la
implicación en lo que se está diciendo, más disminuye el riesgo de que
nuestro cuerpo se vaya por un lado y nuestros argumentos por otro.
Estoy de acuerdo en que no debemos relajarnos antes de dar un
discurso.
Por supuesto que un carácter apacible y sereno puede ser deseable ante
el público, pero creo que cualquier persona normal potencialmente
puede llegar a hablar en público de forma correcta, y seguro que no todo
el mundo es sereno y apacible en su carácter.
La relajación puede estar presente en pequeñas dosis, incluso puede
llegar a ayudar en un momento puntual. Si estamos muy nerviosos y
respiramos hondo, el público respirará hondo también, se supone. Pero
si uno tiene sueño, lo mejor que puede hacer es intentar que no se
note.
Esto depende también del tipo de público que tenemos ante nosotros, y
creo que se debe adecuar. La relajación y la tensión son factores del
discurso que deben controlarse y estar equilibrados. Para ayudar a
trasmitir seguridad, confianza, etc.
En el habla en público, como la relajación, estará presente la tensión, y
será agradecida en ciertos momentos, al igual que la relajación. Pero
normalmente son más interesantes ciertos momentos tensos, como
vemos todos los días en la política por ejemplo, que momentos relajados,
en los que puede parecer que no te importa lo que estás diciendo.